1. A pesar de lo que dice John Perry en La procrastinación eficiente, cuando posponemos tareas, no nos dedicamos a escribir nuestra gran novela, sino que perdemos el tiempo cotilleando fotos en Facebook, poniendo favs en Twitter o haciendo zapping. De hecho, Scott Wallsten, investigador del Tech Policy Institute, explica que pasamos 100 minutos al día en internet por ocio. Tiempo que restamos a otras actividades: por cada 100 minutos mirando gifs de gatitos, perdemos 27 de trabajo, 29 de otras actividades de entretenimiento y 12 de sueño, además de seis minutos dedicados a actividades educativas, entre otras tareas a las que restamos atención.
2. No nos gusta ni nos hace sentir tan bien como creemos. De hecho, el 95% de los procrastinadores desearían poder reducir esta tendencia.
3. Esto no es extraño si tenemos en cuenta que la procrastinación supone no pensar a largo plazo, al preferir una satisfacción en el presente a un mayor bienestar en el futuro. En este sentido hay que recordar el experimento de Walter Mischel, en el que dio a escoger a unos niños si querían una golosina en ese momento o si preferían esperar un cuarto de hora y tomar dos. Quienes esperaron esos quince minutos, mostraron mejor rendimiento académico al cabo de los años.
4. Los procrastinadores muestran además peor salud: padecen más estrés, tienen menos hábitos saludables y además van al médico menos a menudo. Porque lo dejan para otro día, claro.
5. Los procrastinadores son menos felices, según explica Piers Steel, autor de The Procrastination Equation. La razón está en los remordimientos que sentimos al posponer las decisiones importantes sobre nuestra salud, educación y carrera profesional.
6. Cuando lo dejamos todo para última hora, nos sale peor. Dan Ariely permitió que los alumnos de una clase entregaran sus prácticas cuando quisieran a lo largo del trimestre; a los de una segunda clase les dejó escoger la fecha de entrega, pero una vez establecida debían respetarla; y a los de una tercera les puso él las fechas. Los de esta última clase fueron los que sacaron mejores notas, siendo la peor media la de la clase que no tenía ninguna fecha establecida. Los que escogieron sus propias fechas de entrega quedaron en medio.
7. Mientras tú dejas algo para mañana, hay gente que lo estaba esperando para hoy: procrastinar le hace más difícil la vida a tus compañeros de trabajo, a los que obligas a estar pendientes de ti.
8. Recordemos lo que decía Thomas de Quincey en Del asesinato como una de las bellas artes: “Si uno empieza por permitirse un asesinato, pronto no le da importancia a robar, del robo pasa a la bebida y a la inobservancia del día del Señor, y se acaba por faltar a la buena educación y por dejar las cosas para el día siguiente. Una vez que empieza uno a deslizarse cuesta abajo, ya no se sabe dónde podrá detenerse”.
9. Procrastinar es caro. Según un estudio, posponer tareas pendientes supone a las empresas una pérdida de productividad de casi 9.000 dólares anuales.
10. Procrastinamos por miedo al fracaso. Y sólo superamos este temor cuando nos enfrentamos a otro peor: el de no hacer nada. O eso sugiere Megan McCardle.
11. Hay multitud de técnicas y herramientas para ayudar a vencer la procrastinación. Pero, claro, no comenzarás a aplicarlas y a utilizarlas hasta mañana. O pasado.
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